Un nuevo futuro ¿es posible?
Después de un fin de semana
frenético, con diversas fiestas y celebraciones, en compañía de familiares,
amigos y pareja, hoy lunes me doy de bruces con la realidad.
Mi novio y yo madrugamos, los dos por
distintos motivos. Él se va a trabajar, a una administración pública local, a
la que le ahorra miles de euros cada vez que puede, mientras que como
contrapartida recibe minoraciones de sueldo y aumentos de la jornada laboral casi
mensualmente. Y como dice mucha gente, se puede dar con un canto en el pecho,
ya que, por lo menos, está trabajando. Será cierto, pero la realidad que vemos
nosotros diariamente es que trabaja para pagar, sobrepagar mejor dicho, las subidas continuas de impuestos, de
precios de servicios y productos básicos; aguantando a la vez amputaciones de
servicios sociales, sueldos, prestaciones, puestos de trabajo, etc. Siempre
temblando expectantes ante los próximos hachazos.
Por mi parte, madrugo para
desplazarme más de 40 kilómetros con el fin de recibir unas clases de alemán, fruto
de la posibilidad de tener que emigrar para poder subsistir, que me cuestan lo
suyo mensualmente. Pero independientemente del precio de las clases, tengo que
soportar que los ayuntamientos hagan pagar por tener el derecho a aparcar en
sus calles, sin dar ninguna otra opción, cuando ya hemos aportado al
sostenimiento del sistema con el impuesto de matriculación. De otro lado sufro,
al igual que la inmensa mayoría de los mortales, las subidas exponenciales del
precio del combustible, imprescindible para poder trasladarnos tanto para
trabajar, buscar trabajo o formarnos, y que afecta tanto al transporte privado
como al público. Y este es un ejemplo como otro cualquiera de cómo nos
facilitan la vida (léase con sarcasmo) para formarnos en época de crisis,
porque lo que es encontrar un empleo es un fenómeno en vías de extinción.
Será porque yo pienso en demasía,
pero estos pequeños detalles nos afectan ahora y en un futuro próximo. Nos hace
plantearnos miles de cuestiones. ¿Vale la pena estudiar? ¿Es preferible emigrar?
¿Qué pasará con la generación perdida, nos encontraremos algún día? ¿Cuándo
recuperaremos los derechos que hemos perdido cual isla de San Borondón a lo
largo de 3 años? ¿En realidad vamos en la senda correcta para alcanzar el Estado
del Bienestar? ¿Es cuestión de las administraciones públicas, de nosotros a
título particular o de ambos grupos? ¿Es inevitable verdaderamente el yugo que estamos soportando? ¿Hasta dónde y hasta cuándo aguantaremos así?
Desde mi humilde opinión, y
aprovechando que ya conocemos la “Partícula de Dios” lo que tenemos que hacer
es hinchar la patata caliente hasta que nos explote en la cara, y volver a
levantar todo de la nada, porque creo que la manera en la que intentan
enderezar todo este tinglado no es la correcta. No vamos en buena dirección, no
creamos empleo ni riqueza, sino más pobreza, incertidumbre, depresiones,
estrepitosas huídas en bandada, jóvenes menos realizados, pre-parados, más
dependientes de unos padres o abuelos a los que se les recortan salarios y
pensiones, más infelices. Y al fin y al cabo, los jóvenes, supuestamente, somos
el futuro.
Pero como diría Keynes, a largo plazo
todos estamos muertos.
Una verdadera tristeza! :-(
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