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Mirando atrás

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Miro atrás y veo un año que se aleja.  Un año que empezó muy cerquita de la playa y que termina en el paseo principal de la ciudad, pasando por otra casa más, pero siempre haciéndola nuestro hogar. Un año por el que han pasado muchas personas. De algunas he absorbido experiencias y conocimientos, de otras solo espero olvidarme pronto, mientras que unas cuantas se han quedado para siempre. Un año que me ha enseñado a re-inventarme, a aceptar la vida como viene sin resignarme, buscando un nuevo porvenir. Un año que se va de una manera amarga, aunque con un atisbo de esperanza que ilumina nuestros corazones. Un año que me ha enseñado a valorar aún más la intangibilidad de los sentimientos, de los deseos y de las emociones. Miro atrás y veo un año para recordar y para olvidar. Miro hacia adelante para dar la bienvenida a un nuevo año que nos traiga todo lo que este nos ha dejado a deber.

Precisamente hoy

Mi padre nunca fue el mejor. Ni el más bueno, ni el más tierno. Pero es mi padre.  Siempre he sentido que me quiere, aunque no lo demuestre tanto como me gustaría. Y como a mi, a mi hermano y a mi madre. En el fondo sé que él tampoco es consciente de lo mucho que lo queremos nosotros. Mi padre siempre me ha hablado claro. Fue el único que tuvo la valentía para decirme que la psicología no era lo mío, pues paciencia me falta a raudales, algo que compartimos como padre e hija. Tengo muchas cosas que reprocharle a mi padre, pero por cada una de ellas, me viene a la cabeza otra que agradecerle. Y hoy, precisamente hoy, me quedo con la caricia en la mejilla y en el mentón que me ha dado.

¿Le gustaría potenciar su imagen?

Cuando decidí estudiar el Máster en Asesoría de Imagen y Personal Shopper, no tenía ni idea de que podía ayudar a las personas como lo hago, a quien se deja ayudar, claro está. Lo empecé como un entretenimiento, necesitaba un giro en mi vida, "sentí la llamada" de la moda, y también quise saber algo más sobre imagen, belleza, maquillaje, protocolo...Al final lo he hecho mi profesión, o al menos trabajo en ello duramente todos los días. Me gusta autodenominarme cirujana sin bisturí y psicóloga en el espejo, pero es muy largo para ponerlo en la tarjeta de presentación. Además, no sé qué les asusta más a la gente de a pie, si eso o Asesora Integral de Imagen. No es por egocentrismo ni vanidad, sino porque realmente tengo que saber tratar y lidiar con los diferentes tipos de personas que tengo el gusto de asesorar (con sus respectivas mochilas de experiencias a la espalda), y el lado de la cirugía plástica está reservado a los trucos que les doy en los distintos servicios pa

Página en blanco

Te sientas delante de un papel virgen para ti, con  la intención de hacerlo todo tuyo y que albergue lo mejor de ti. Quieres transmitir todo lo que se te pasa por la cabeza en ese momento, o todo lo que has ido guardando en tu pecho durante el día. Pero qué difícil es llenar una hoja en blanco ¿verdad? Pasa lo mismo cada mañana al despertarte: te levantas perezoso de la cama, los ojos se van abriendo tímidos entre las primeras luces del día. En tu mente vas repasando el orden del día, pero tu subconsciente sabe que no va a ser fácil. Te lo tomas como una rutina, aunque sabes en lo más profundo de tu ser que darle vida a 24 horas no es tan mecánico. Cada día es una nueva oportunidad para escribir esa página en blanco que te regala la vida. El día empieza desde que pones un pie en el suelo y decides con qué cara mirarte al espejo mientras te peinas. Sólo tú decides cómo vivir y escribir tu vida. Pero qué difícil es llenar una hoja en blanco ¿verdad?

Conecta con ellas

Que no sabes qué hacer hoy: conecta con tus emociones. Que sales a la calle sin ganas: conecta con tus emociones. Que sólo ves nubes negras en pleno verano: conecta con tus emociones. Que buscas y rebuscas y no encuentras: conecta con tus emociones. Que te sientes perdido en una ciudad multicultural y superpoblada: conecta con tus emociones. Que no sabes de qué hablar en un ascensor con un vecino: conecta con tus emociones. Que no sales bien en ninguna foto: conecta con tus emociones Que perdiste todas las razones para sonreír: conecta con tus emociones. Sólo ellas saben el camino, sólo ellas son tuyas y de nadie más, sólo ellas te mostrarán tu verdad.

Infértil

Seca. Esa es la palabra. Por dentro, por fuera. La intento cultivar, abonar, regar, pero todo parece inútil. No da un fruto ni por casualidad. Creo que se ha confundido, se cree rosa de exposición y no llega a flor silvestre. Cogió fuerza al principio, siguió todas las fases que debe pasar todo bicho viviente para llegar a florecer, pero luego perdió fuga. Ella creía que tenía suficiente encanto y sabiduría para extender sus raíces, pero fueron sus altas aspiraciones las que le llevaron a fracasar en su intento de albergar tantos frutos. Tiene dos horcones que le ayudan a mantenerse en pie, uno a cada lado. El primero de ellos llegó en el momento en que la trasplanté, el otro un poco más tarde, y gracias a ellos no se ha derrumbado, que ya tiene bastante con ser infértil. Intenta sonreír cada día, poniendo su mejor cara al tiesto, alimentándose del rocío de la madrugada y del sol mañanero, pero no hay manera. A veces tiene semblante cansado, quizás de intentar con todas sus verdes fue

El león

El león se equivocaba, y no lo sabía. Miraba a las hormigas con desdén, esclavas de su cadena de trabajo. Observaba al perezoso con la sonrisa en su hocico, por su lentitud. No perdía de vista a las leonas mientras cazaban, vigilante. Se creía el rey de la sabana mientras paseaba al lado de los elefantes. Levantaba la vista para ver cómo los pájaros huían de sus depredadores. Lo que no sabía el león es que las hormigas son más fuertes que él, levantando el doble de su propio peso. Lo que no se imaginaba el león es que el perezoso puede vivir años de media más que él. Lo que no tenía en cuenta el león es que sin las leonas, él no podría comer y sobrevivir. Lo que no quería ver el león es que el elefante lo podría aplastar sin casi proponérselo. Lo que no pensaba el león es que el pájaro disfrutaba de mejores vistas que él. Lo que no conocía el león era la moraleja de este pequeño relato: nunca subestimes al prójimo.

27

Un año más. Otro año más. Otro cumpleaños más. Pero nunca más cumpliré 27 años.   Algunos me dirán que en cada cumpleaños se cumplen todos los años anteriores a la misma vez. Y puede que tengan razón, pues lo primero que solemos hacer, o al menos yo, es recordar la andadura de los últimos 365 días, cómo nos ha ido, hacer balance como si de nuestro particular fin de año se tratara, rememorar la última celebración, con flashes incluidos de quién se acordó de ti para felicitarte por alguna red social, a tu móvil, quién se pasó por la celebración, y quién no tuvo tiempo de felicitarte y quién, aún teniéndolo, vivió ese día como cualquier otro, sin (querer) percatarse de tu aniversario.   Lo que me está ocurriendo a mi en los últimos cumpleaños es lo que voy a llamar "decaimiento pre-cumpleañera". No sé si ya tienen acuñado el término, sino ya me encargaré yo. Puede que suene a cuento chino, a broma incluso, o quizás a más de uno le haya pasado o le pase en breve.   M

Tarde entre amigos

En una conversación normal entre dos amigos, con formación universitaria y en idiomas, se me ocurrió preguntarle pecando de ignorante, que cómo era que no se había ido fuera a trabajar, pues en otros países requerían su perfil. Su respuesta fue la siguiente: "Me gasté todo mi dinero en un máster y no puedo mudarme. Ahora tengo un bonito mantel individual". Había reflejado en pocas palabras el dilema que todo universitario se ha planteado como mínimo una vez después de salir de la burbuja de algodones en la que se convierte la facultad, cosa que reconocemos a posteriori. Al menos a mí me ha pasado y me sigue pasando, por desgracia. Es la pescadilla que se muerde la cola, aunque suene a tópico. O emigramos a buscarnos un futuro fuera de nuestra tierra, o nos quedamos e invertimos en nuestro futuro aquí, cuyos frutos no se prevén a corto plazo. Ambas opciones suponen correr riesgos, pues ir a otro país no asegura el éxito tampoco, ni siquiera la supervivencia, y quedán

Te quiero

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Ella siempre te recibe en la puerta con una sonrisa, por muy duro que haya sido su día. Prefiere preguntarte por tu estado a desahogarse relatando los múltiples obstáculos que ha tenido que salvar durante la semana. Ella ha aprendido a lo largo de muchos años a dejar a un lado por un instante los quehaceres pendientes en la casa y a cuidarse un poco más. Pero esto no quiere decir que arrincone sus obligaciones, pues para cumplir es la primera. Siempre está dispuesta a socorrer a grandes y pequeños, más o menos allegados. Y por esto mismo, a veces la primera proposición se le suele olvidar. Ella es la que me ha ayudado en todos los aspectos de mi vida, durante mi primer cuarto de siglo y espero que siga haciéndolo durante otro cuarto como mínimo. Es la que me alienta para dar el paso decisivo en cada uno de mis proyectos. Siempre está presente en el momento exacto para darme un pequeño empujoncito, un abrazo reparador o unas palabras aleccionadoras. Cuando el resto del mun

Qué ganas

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Qué ganas de decir se acabó. Se acabó el levantarse con cara de pocos amigos, de despertarse cada mañana para trabajar por media jornada, con suerte, como cajero de supermercado, limpiador de cristales, cuidador de niños... Todos ellos empleos muy dignos pero muy por debajo de las aspiraciones de una persona con estudios más allá de los secundarios. Qué ganas de decir se acabó. Se acabó ver u oir malas noticias relacionadas con desahucios, prima de riesgo, tipo de interés, niveles de desempleo, umbral de la pobreza, analfabetización y todos esos índices que no nos hacen sino ser más que puros números en estadísticas. Qué ganas de decir se acabó. Se acabó el luchar contra la burocracia, contra la clase política que gobierna de espaldas al pueblo y en medio de la oscuridad, contra las entidades financieras y sus cláusulas enmascaradas, contra el IPC y las subidas de impuestos. Qué ganas de empezar. Qué ganas de empezar a sonreír a cada hora del día y de la noche, de da

Sin rencor

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Si vuelves algún día, no expliques tu regreso, que sea como si nunca sucedió tu abandono. Resume tus palabras: tan solo con un abrazo, que yo con la mirada diré sí, te perdono. No es que pierda mi orgullo, no es que te dé la razón. A veces en la vida nos ciega una barrera que no nos deja ver el otro corazón que también sufrió la angustia de la terrible espera.

Encrucijadas del destino

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Cuando el destino te pone entre la espada y la pared empiezas a no dejarte llevar por ese director de tragicomedias del que te habías fijado en otras escenas de tu vida….Siempre he pensado que la vida pone ante ti exactamente lo que necesitas y en el momento perfecto. Pero esta vez no ha sucedido así. Ahora, el universo me ofrece la oportunidad de progresar, que es lo que justamente necesito, pero con la condición de que deje atrás lo único que permanece estable en mi mundo y que puede perdurar así mucho tiempo. Entonces, esta vez será la primera excepción que confirma la regla que yo suelo seguir. Es muy enrevesado este destino, muy contradictorio en este caso. Quizás sea que se ha ido de vacaciones y su sustituto no es tan claro. Me ilumina en una dirección y acto seguido me enciende un gran foco cegador en el lado contrario del escenario. Partiría en busca de nuevas experiencias, de un mejor nivel de vida. Sin embargo, esto supondría despojarme de muchas cosas positi

Sueño interrumpido

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Giro la esquina de la calle donde me crié, conduciendo mi espléndido coche en el que va mi recién estrenada familia de tres miembros. Saludo de buen agrado a mis vecinos de siempre, esos que me vieron pedalear cada tarde de mi niñez en el circuito en que se convertían la acera, el alquitrán y las rampas de los garajes. Me observan impresionados a la vez que sienten orgullo ajeno, pues al menos uno de los niños de la calle ha prosperado. Mis padres nos esperan en la puerta de lo que siempre fue nuestro hogar. Una casa amplia, que a mis padres les ha venido grande desde que los polluelos dejaron el nido. Ellos empezaron de la nada, sin puertas, techos altos, muebles heredados y en lugar de piso, una gruesa capa de cemento; al ritmo que sus apretados bolsillos se lo permitían, la fueron adecentando hasta que se quedó como un verdadero palacio a los ojos de dos personas tan humildes. La última reforma se hizo cuando los hijos demandaban su espacio correspondiente y el coche, un garaj

Mi color preferido: tus ojos

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Cada vez que la duda me ha asediado, toda vez que he sentido presión en mi pecho y que la pesadez de mis piernas no me ha dejado avanzar, tus ojos me han liberado de mi inminente apocalipsis. Me hundo en ese verde pradera y comienzo a respirar sin que mis inspiraciones se oigan entrecortadas. Tus pupilas apuntar hacia mí, atentas a mis palabras y mis gestos, intentando adivinar qué es realmente lo que me roba el sueño. Cuando al fin descubren, con mayor o menor  dificultad, la causa de mis desvelos, el verde de tu iris se hace más intenso, dándome aún más esperanza si cabe y haciéndome ver las situaciones con más positividad. Tus pestañas, curiosas y divertidas, me dan esa chispa que a veces me falta, esa energía necesaria para afrontar la rutina diaria y también los sobresaltos puntuales. Esos verdes ojos son dignos de engarzar en la joya más preciada y no tendrían nada que envidiar a las esmeraldas. Son esas ventanas abiertas al mundo por las que yo me asomo e inhalo ai

Carnaval

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Quisiera descubrir qué ocultas tras esa máscara. Algunas pequeñas cicatrices que se han esculpido en tu cara tras una decepción, signos de las útiles moralejas que dejan a su paso. Quizás la marca de la última experiencia, que te recordará lo que no debes volver a hacer cada vez que observes tu propio reflejo en un espejo. Puede que escondas la tristeza de una pérdida muy dolorosa cercana en el tiempo, que te haya dejado vacío y por eso intentas llenarte de las carcajadas de los demás. Me da por pensar que no quieres delatarte, dejando a la luz ese sentimiento que te corroe el alma y no te deja respirar por su intensidad. Prefieres divertirte de forma anónima y regresar a casa sin dar ninguna pista sobre ti, esperando pasivamente el próximo año, el siguiente febrero con su nuevo Carnaval, para volver a esconderte tras un antifaz que borra todo atisbo de personalidad y sensación.