Lección I: Autoexigencia

Casi no podía mirarte a los ojos, mi mirada te esquivaba, no era consciente de todo el poder que ejercías sobre mí hasta ese momento. Y lo ejercías porque yo te había dejado. Habías ido comiendo cada vez más terreno, y yo ya no era yo, sino tú. Tú habías ocupado todo mi sitio, todos mis sitios, todas mis caras, eras la protagonista, invitada o no a la escena y siempre presente. En familia, con amigos, en el trabajo, estudiando, en el gimnasio, dando un paseo, haciendo las tareas del hogar. A solas. Cuando estaba yo a solas tú estabas también, e incluso a veces eras la única que estabas. Se puede decir que llevabas las riendas de mi vida. Ni siquiera me preguntabas si quería o no, si me gustaba o me parecía bien lo que hacías. Actuabas sin consentimiento, te hacías con el control de mis pensamientos, y hasta de mis sentimientos y emociones. Cuántas cosas nos habremos perdido por no andar juntas, tú por no dejarme estar y yo por dejarte estar demasiado. 

Cuando por fin pude mirarte a la cara, la única palabra que me salía hacia ti era gracias. Gracias, sí, porque me has ayudado a saltar muchos muros, porque en parte también soy lo que soy porque me has empujado a superarme. Has estado conmigo en situaciones cruciales de mi vida, y a pesar de tu dedo acusador, no he perdido la ilusión, y te doy las gracias por hacerme mejor.

Ahora hemos conseguido vivir a la par, y cuando digo vivir, es sintiendo cada letra. Ya no me riñes tanto y yo te hablo con amor cuando intentas sobrepasarme. Hemos aprendido a convivir y formamos una pareja invencible. Sé que hay más de una por ahí intentando hacerse con el control de la situación, pero lo que no saben es que juntas sumamos más que cada una por separado. Ya lo irán aprendiendo, ya lo iremos viendo, no hay prisa, ¿verdad, amiga?

Resultado de imagen de autoexigencia

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mes como cajera

Mirando atrás

Micro-relato #reto5lineas Abril 2019 - Corazón desbocado