Infértil

Seca. Esa es la palabra. Por dentro, por fuera. La intento cultivar, abonar, regar, pero todo parece inútil. No da un fruto ni por casualidad. Creo que se ha confundido, se cree rosa de exposición y no llega a flor silvestre. Cogió fuerza al principio, siguió todas las fases que debe pasar todo bicho viviente para llegar a florecer, pero luego perdió fuga. Ella creía que tenía suficiente encanto y sabiduría para extender sus raíces, pero fueron sus altas aspiraciones las que le llevaron a fracasar en su intento de albergar tantos frutos. Tiene dos horcones que le ayudan a mantenerse en pie, uno a cada lado. El primero de ellos llegó en el momento en que la trasplanté, el otro un poco más tarde, y gracias a ellos no se ha derrumbado, que ya tiene bastante con ser infértil. Intenta sonreír cada día, poniendo su mejor cara al tiesto, alimentándose del rocío de la madrugada y del sol mañanero, pero no hay manera. A veces tiene semblante cansado, quizás de intentar con todas sus verdes fuerzas parir algo de provecho, hasta que se da por vencida y sus hojas vuelven a parecer pochas. Otras, está pensativa, callada, incluso parece investigar su propio suelo para echar raíces por algún resquicio que le quede sin descubrir aún, esperando dar a luz algo bonito, algo que sus admiradores más devotos e incansables puedan recordar para siempre, sintiéndose orgullosos de ella, porque al fin, ha demostrado que puede, y que además de hacerlo, lo hace de manera perfecta y maravillosa. Pero quizás aquí está su fallo. Ni es perfecta, ni es maravillosa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mes como cajera

Micro-relatos en tiempos de confinamiento II

Mirando atrás