P&Q


Estas siglas podrían ser de una nueva tienda de moda, una marca de perfume o un distinguido producto de belleza. Pero no, se refieren a dos personas, con unos nombres tan únicos como irreales, Pan y Queso.

La primera de ellas es blandita y blanquita, tan tierna al principio como dura al final cuando el agua que contiene, metáfora de la paciencia, se evapora. Por su parte, el Queso engaña a la vista, puede ser tierno, semiduro o durísimo, dependiendo de la circunstancia en la que se encuentre.

Estos dos sujetos se encontraron por primera vez hace ya como unos 10 años, pero ninguno de los dos contaba con el nivel de maduración necesario para mantener algo más allá de un simple cóctel. Tuvieron que esperar un tiempo prudencial de fermentación para luego poder formar una buena combinación como entrante, principal y postre.

El momento del segundo encuentro para esta pareja a la vez tan normal y tan extraña, fue por pura casualidad como le gusta llamarlo al Queso, o un invento del destino como diría el Pan. Este último no estaba preparado para soportar el peso de una nueva combinación con otro Queso distinto, pero no por ello desaprovechó la oportunidad y se adentró en un menú por saborear.

El Queso siempre fue duro de roer. Para sacarle una palabra había que morder y morder, intentar hacerle agujeritos como los que tiene el maasdam para poder llegar al centro de todo pensamiento y sentimiento ocultos tras una impasible cáscara.

El Pan también se hacía de rogar aunque siempre fue más dado a quedar con el Queso para probar nuevas impresiones en sus papilas gustativas. Poco a poco fueron siendo más conscientes de la buena mezcla que componían.

Finalmente, llegó el día en que el Pan se quedó sin habla cuando el Queso le soltó una perlita cargada de buenas intenciones. Le propuso a su acompañante una RSA (como ven, esta pareja es muy aficionada a las siglas). En un principio el Pan no entendía lo que el Queso le había propuesto, hasta que después de quedar para tomar algo juntos, le quedó todo más claro, tanto que no ha habido otra cosa que haya iluminado más su pálida corteza.

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