Placer silencioso

Tu cuerpo está contenido. Escúchalo. Te pide a gritos una sacudida. Necesita explotar, soltar toda esa energía que se acumula en tu interior. 

Ya no te vale correr, trabajar en jornadas intensas, hacer ejercicios hasta caer exhausta, leer hasta la medianoche, dejar la casa limpia como una patena. Tu cuerpo te pide algo más.

Tus hormonas brincan lujuriosas, en tu cabeza hay algo que no te deja parar, y tu cuerpo también lo sigue cual flautista de Hamelín. Ya no puedes parar, te dejas llevar por el sonido de esa flauta mágica que todo lo embriaga.

Por tu mente pasan miles de imágenes, pero no distingues ninguna con claridad. Has llegado a esa cima en la que ya nada tiene sentido, pero poco te importa. Cierras los ojos y te dejas llevar...arriba, abajo...sin control sobre tu cuerpo ni tus sentidos. Ya no hay vuelta atrás.

Te esfuerzas por abrir los ojos, por saber qué pasa a tu alrededor, pero tu instinto femenino no te deja, quiere lo disfrutes todo en plenitud. Quiere que te concentres en las contracciones placenteras que se suceden en tu vientre, esas que te transportan a otra dimensión donde no existen los límites ni los prejuicios. Esa donde puedes ser tu misma, partiendo de tu yo más primitivo. 

Y por fin explotas, te elevas hasta el cielo y bajas hasta el inframundo donde el calor te quema, pero quieres quedarte ahí, ardiendo de gozo. Pierdes totalmente el control de tus movimientos y de tu habla, frases sin sentido brotan de tu boca abierta de par en par. Tiembla el suelo, tiembla el cielo. Tiemblas toda tu, y te concentras en ese estallido de satisfacción que sucede entre tus piernas. No quieres perder detalle, pero sabes que mientras más lo persigues, más se pierde en el tiempo. Así que decides disfrutar el momento y abandonarte a esa sensación que tanto demandaba tu cuerpo y que tanto rondaba tu mente.

Tus ojos aún permanecen cerrados porque no quieren despertar de este sueño ardiente. Deseas alargar este momento por toda la eternidad, aunque ello suponga quedar consumida en tu totalidad. Sabes que llega el final de este camino tan dulce y tan picante, y quieres atrapar esas sensaciones en tu recuerdo para poder volver a ellas en cualquier momento.

Ese momento que no querías que se diera se ha dado. Se ha esfumado. Solo quedan ligeros mareos y algo de cansancio con sabor agridulce del final. Y ahora sólo piensas en repetirlo.


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