Ofrenda
Como cada 27 de junio desde hace varios años, cargan sus mochilas de energía, voluntad, fe, alegría y fuerza, se enfundan sus zapatos y comienzan el camino hacia el Tamadaba en compañía de amigos y familiares. Por el camino: bromas, risas, agotamiento y algún que otro descanso para recuperar el aliento. Después de pasar la noche a la intemperie y de casi no dormir, abordan la bajada de las montañas, para ella el peor tramo de toda la travesía, pero él, siempre paciente, la acompaña camino abajo con sus paradas correspondientes, hasta llegar al barullo, donde el gentío canta y baila al son de las bandas de música alzando las ramas que con mucho esmero confeccionaron durante la madrugada en el pinar. Se pasan el día bailando la rama, para por la tarde, antes de que suene el último volador, dejar frente a San Pedro la ofrenda que han cargado durante toda la jornada. Y aunque ella es foránea del lugar, hizo caso del consejo que le dieron los lugareños desde la primera vez que par...