Lunes
Todos
los lunes pasa lo mismo. Comienza una semana, termina otra. Para
algunos es el peor día de la semana, para otros, un día más. Se
confecciona la agenda semanal, con los quehaceres diarios. En el fin
de semana procuramos proveernos de los víveres necesarios para hacer
frente a tres o cuatro comidas al día como mínimo y dejar la colada
hecha, para despreocuparnos de estas tareas durante al menos cinco
días.
Para
mí aparte de este ajetreo, supone dejar atrás dos días en los que
he conseguido tapar un poco la realidad, dejarla a un lado mientras
pienso en divertirme, pasarlo bien, hacer cosas diferentes,
distraerme, echarle un poco de tierra al fuego de las circunstancias
nada favorables que me rodean últimamente.
Y
es que, mientras unos maldicen este día de la semana porque tienen
que empezar a trabajar nuevamente, más de cuatro millones de
desempleados en España estamos deseando que esa mañana de lunes
suene el teléfono con una voz afable que te ofrezca al menos una
entrevista de trabajo, en la que defender tus posibilidades,
aprovechar la oportunidad brindada y conseguir quedarte con el puesto
vacante.
A
la misma vez que unos activan su alarma para los días de trabajo de
muy mala gana, otros se preguntan: “¿Qué hago mañana?” La
respuesta no es fácil. Enseguida vienen a la mente muchas
actividades que podrías llevar a cabo, pero desgraciadamente para la
mayoría es necesario un desembolso que quizás no es posible
efectuar en estos momentos. Incluso para la peliaguda tarea que
supone buscar trabajo es ineludible invertir dinero, en gasolina o
transporte público, en imprimir los currículum, y también en
suelas de zapato, pues en estos tiempos hay que gastar mucha. Y no sé
si la palabra “invertir” es la más adecuada, pues muchos no
alcanzamos a ver los tan anhelados frutos de este esfuerzo.
Cuando
muchos se quejan, con razón o sin ella, por la falta de tiempo para
hacer lo que quieren hacer, ya sean cosas necesarias o pasatiempos,
los que estamos apuntados a la larga lista de personas sin trabajo
echamos de menos tener algo que hacer diariamente, algo rutinario,
que nos ocupe gran parte del día. La clave no está en pasar el
tiempo simplemente, sino que se basa en la estabilidad que nos aporta
un puesto de trabajo, tanto a nivel económico, familiar, físico y
psíquico.
Al
llegar el domingo por la noche o el propio lunes, hacemos balance de
la semana que ha pasado, sacando conclusiones. En mi caso, este
recuento se extiende más allá de la última semana, recorre como
unos seis años atrás, y se detiene en esos instantes en que tenía
que decidir qué hacer con mi vida profesional, en qué iba a
formarme para ganarme la vida en un futuro, mi presente ahora mismo.
Me
doy de bruces contra la realidad. Es más duro que para un trabajador
que afronta su jornada laboral, eso sin duda. No sabes con exactitud
hasta qué punto esta situación tan dañina se debe a tus propias
decisiones o si es debida en su mayoría a las características del
entorno y a lo que te ha tocado vivir, pagando justos por pecadores.
Y vuelve a repetirse esa pregunta casi retórica que te devuelve a tu
pasado, como si no hubieses hecho nada por mejorar, como si todo haya
sido en vano: “¿Qué hago?”
Hay miles de maneras de matar el tiempo, nadie sabe como resucitarlo. Albert Einstein
Comentarios
Publicar un comentario