Vagando alrededor de mi misma


Sombras del pasado están tocando a las puertas de mi alma, que hasta ahora estaba inundada de luz, la luz de la verdad, la confianza, la felicidad, el amor, la seguridad. Me visitan en la víspera, pero muy a mi pesar su larga cola se dilata hasta alcanzar todo el día.

Influyen en mí de tal manera que ni yo misma me reconozco por mucho que observe mi busto en el espejo. Mis manos temblorosas no soportan ni el más mínimo peso, mis ojos encharcados no alcanzan a vislumbrar nada más allá de mi irritada nariz. El latido de mi corazón se escucha por encima de los ruidos vecinales tan habituales y a la vez tan fastidiosos.

Necesito cerrar bien fuerte los labios para que no se me escape un alarido de dolor, de angustia, de arrepentimiento, y para que mi lengua no se atreva a deletrear una frase que me ronda la cabeza interminablemente: “Te lo dije”. 

No quiero despertarme de nuevo en medio de un placentero sueño con el sudor corriendo por todo mi cuerpo. Un cuerpo que más tarde no tendrá casi fuerzas para sostenerse en pie, pues la sensación de agotamiento, de impotencia, de extenuación, lo recorre sin pausa.

Quiero poder cerrar los ojos y permanecer en silencio sin ser interrumpida por recuerdos non gratos, una parte de la memoria que debería haber sido desmantelada en su momento, pero que al contrario de lo que debiera ser, vuelve a mí como un boomerang. Por mi parte, no ha quedado resquicio alguno al que rociar con veneno, que calcinar, con la intención de que no pudiera volver a florecer nunca jamás. Pero ya veo que todos los esfuerzos realizados han sido insuficientes.

Quisiera no volver a sentirme pequeñita, insignificante, vapuleada, aplastada como una hormiga, enflaqueciendo tanto física como anímicamente, malherida, abatida, derrocada. Quiero sentirme libre, con las alas abiertas esperando nuevo destino, querida, apreciada, con las miras puestas en el lugar más alto de la colina, con las mismas ganas de antaño por comerme la vida, respetada, valorada.

Deseo tener los mismos objetivos que una vez me propuse para mí misma y que después de un tiempo se me han ido olvidando inconscientemente, pero a los que sigo proporcionándoles el mismo valor. Espero poder afirmar un día que lo he conseguido, que he podido mirar mi retrato sin reproches, satisfecha del trabajo que he hecho y de los resultados obtenidos, sin miedos ni desasosiegos, con toda la confianza de la que he presumido hasta ahora.

Quiero acostarme una noche con la seguridad de que esto no reaparecerá, que no volveré a sentir la necesidad de levantarme del nido porque llego a no caber en él, para vagar por el pasillo con miles de pensamientos sobrecogedores, que provocan un espasmo en el estómago a cada paso que doy. Espero no tener esta visita nocturna tan inoportuna nunca más.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Un mes como cajera

Mirando atrás

Micro-relato #reto5lineas Abril 2019 - Corazón desbocado