Un mes como....Reponedora

Cuando entras en los supermercados y ves a los trabajadores estresados, piensas: no es para tanto.

Cuando falta algún producto que vas buscando y tienes que pedirlo a alguien, te resulta muy pesado que tengan que ir al almacén y tarden un poco: ni que lo estuviera fabricando.

Cuando paseas por los pasillos buscando completar tu lista de la compra y te tropiezas con carros de mercancía, te molesta: ¿no pueden hacerlo en otro momento?

Cuando ves a un señor mayor o a una chica joven reponiendo, te causa pena: no sirve para nada más.

Muchos suponen, en su más profunda ignorancia, que los reponedores de los supermercados tienen un trabajo fácil, monótono, aburrido, pesado...y que están ahí para servirlos, como clientes pero también como señorones que hacen el favor de ir a ese establecimiento exactamente a dejar su dinero por los productos que cubren las necesidades más básicas que hay en el mundo: la comida y la higiene.

Y sólo tienen razón en una cosa: estamos al servicio del cliente. Le acercamos compra, le indicamos la ubicación de productos, ordenamos y presentamos los lineales para que les sea más fácil la tarea al consumidor, llenamos las estanterías, cargamos con lo más pesado para que el cliente no se moleste, miramos precios, buscamos en el almacén, mantenemos limpias las estanterías...

Sin los reponedores, simplemente, no tendríamos productos que comprar.

Es una cadena, lo sé, porque tampoco podríamos tener los productos sin el encargado de las compras...pero la casa se empieza por los cimientos, y en el caso de los supermercados, los reponedores aguantan todo el peso, literal y figurado, de todos y cada uno de los productos expuestos y bien presentados en los lineales. No los tratemos como lacayos: saludar antes de preguntar, dar las gracias... Son detalles sin importancia que aprecian estos espartanos.

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